Kirtash -dijo Ashran.
El joven no se movió, no dijo nada. Tampoco levantó la mirada. Permaneció allí, con la cabeza baja y una rodilla hincada en tierra, inclinado ante su señor.
—He oído cosas sobre ti -prosiguió el Nigromante-, Cosas que no me han gustado nada pero que, por otro lado, sé que son ciertas.
Se volvió hacia él y lo miró, y Christian sintió un escalofrío.
—Sabías quién era ella -dijo Ashran, y no era una pregunta-. Lo supiste desde el principio.
—Lo supe desde la primera vez que la miré a los ojos -murmuró Christian, sin alzar la mirada-. Hace dos años.
Percibió la ira de su padre, a pesar de que este no la manifestaba abiertamente.
—No me lo dijiste. ¿Eres consciente de lo que significa eso?
—Soy consciente, mi señor.
El Nigromante cruzó los brazos ante el pecho.
—Por mucho menos de esto cualquier otro estaría ya muerto, Kirtash. Pero a ti te concederé la oportunidad de explicarte. Y espero, por tu bien, que sea una buena explicación.
—No deseo matarla.
—¿A pesar de saber lo que sabes acerca de ella?
—O quizá precisamente por eso.
Christian alzó la cabeza y sostuvo la mirada de Ashran, sereno y seguro de sí mismo, cuando añadió:
—No deseo que muera. Y la protegeré con mi vida, si es necesario.
Ashran entrecerró los ojos.
—¿Sabes lo que estás diciendo, muchacho? Me has traicionado...
—No me he unido a la Resistencia -explicó Christian con suavidad-. Sigo sirviéndote, mi señor. Esperaba poder suplicarte que perdonaras a Victoria, que me permitieras conservarla a mi lado... pero quería ofrecerte a cambio algo tan valioso como la vida de ella, o incluso más.
Ashran comprendió.
—¿Puedes ofrecerme ese... algo... ahora mismo, Kirtash?
—Sé dónde se encuentra -respondió el muchacho-. Sé que tarde o temprano podré poner su cuerpo sin vida a tus pies, mi señor.
—Te refieres al guerrero de la espada de fuego, ¿verdad? ¿Es él el que buscamos?
—Sí, mi señor. La próxima vez lo mataré y, cuando lo haga... la muerte de Victoria ya no será necesaria.
—Victoria -repitió Ashran; dio la espalda a Christian para asomarse al ventanal-. Ahora entiendo muchas cosas, muchacho. Muchas cosas.
"Entiendo tus motivos, y sé que no me mientes. Solo por eso te perdonaré la vida esta vez. Pero te has convertido en un ser débil, sacudido por tus emociones humanas; ahora no eres más que un títere de esa criatura, que te maneja a su antojo. ¿Serías capaz de dar tu vida por ella? Sí, Kirtash, no me cabe duda. Pero así... no me sirves.
Christian entornó los ojos, tratando de adivinar cuál era el castigo que el Nigromante tenía reservado para él. Fuera cual fuese, estaba preparado para afrontarlo. Aunque le costara la vida. Pero algo en el tono de voz de Ashran sugería que podía ser peor que eso. Mucho peor.
Sintió de pronto su presencia tras él, pero no se movió.
—Kirtash -susurró Ashran, mientras deslizaba sus largos dedos por la nuca del muchacho-. Hijo mío, te he hecho como eres. Te he convertido en el hombre más poderoso de Idhún, después de mí. Eres el heredero del mundo que hemos conquistado para ti. He hecho todo eso por ti y, sin embargo, tú me ocultas una información de vital importancia, un secreto que puede dar al traste con todo aquello por lo que he trabajado durante media vida. ¿Por qué? ¿Por un... sentimiento?
Los dedos de Ashran se cerraron sobre el cabello de Kirtash. El Nigromante tiró del pelo del joven para hacerle levantar la cabeza y mirarlo a los ojos.
—Eres patéticamente humano, hijo. Lo leo en tu mirada. Esto es lo que esa criatura ha hecho contigo... ¿y aún osas suplicarme por su vida?
La voz de Ashran era peligrosa y amenazadora, y sus ojos relampagueaban con una furia tan terrible como la ira de un dios. Pero Christian no apartó la mirada, ni tampoco le tembló la voz cuando dijo:
—La amo, padre.
El rostro de Ashran se contrajo en una mueca de cólera. Arrojó a su hijo sobre las frías baldosas de piedra. Christian no se quejó, pero tampoco se movió.
—No mereces llamarme «padre» -siseó Ashran.
Se inclinó junto a él, lo agarró por el cuello del jersey y tiró de él hasta incorporarlo y hacerle quedar, de nuevo, de rodillas sobre el suelo.
—Pero no todo está perdido todavía -le susurró al oído-. Aún puedes volver a ser mi guerrero más poderoso, el más leal a mi causa... lo que has sido siempre, Kirtash.
El joven sintió que el poder de Ashran lo asfixiaba lentamente; a pesar de todo, consiguió decir, a duras penas:
—No voy a hacer nada que pueda perjudicar a Victoria.
Ashran esbozó una sonrisa siniestra.
—Claro que vas a hacerlo. Ya lo verás.
Sus dedos oprimieron el cuello de Christian, y él sintió que algo se introducía en su propio cuerpo a través de ellos, algo invisible, pero terrible, maligno y poderoso, que despertaba en él su parte más oscura y letal.
—N... no -jadeó Christian.
—Sí -sonrió el Nigromante.
Clavó las uñas en su piel, con más fuerza. Obedeciendo a su voluntad, aquello que recorría a Christian por dentro se introdujo en los rincones más recónditos de si ser, revolviendo instintos y pautas que se habían aletargado tiempo atrás, aplacados por la luminosa mirada de Victoria. Y la parte más inhumana y mortífera de su ser se alzó de nuevo, estrangulando los sentimientos y las emociones que habían guiado a Christian en los últimos tiempos.
Era doloroso, muy doloroso. Christian apretó los dientes para no gritar.
Ashran lo soltó. El joven cayó temblando al suelo, a sus pies.
—Dime quién eres -ordenó su señor.
Christian tragó saliva. Sabía lo que estaba sucediendo. Ashran estaba intentando sepultar sus sentimientos humanos bajo la capa de hielo e indiferencia que le otorgaba su ascendencia shek, que le permitía matar sin remordimientos y que le hacía estar por encima de los simples humanos, por encima de las emociones, de la vida y de la muerte. Se rebeló contra ello. Si el Nigromante se salía con la suya, Christian iría directo a matar a Victoria... y lo haría sin dudarlo ni un solo momento. Tal vez dedicaría un breve pensamiento a lamentar la desaparición de algo hermoso, pues los sheks eran especialmente sensibles a la belleza.
Pero nada más.
Tenía que impedirlo. Recordó a Victoria, el nombre que ella le había dado y que simbolizaba todo lo que ella había visto de bueno y bello en él.
—Christian -pudo decir, con un jadeo-. Me llamo Christian.
Ashran frunció el ceño, y aquello que lo estaba martirizando por dentro volvió a atacarlo con más saña. Christian lanzó un agónico grito de dolor y se retorció a los pies de su señor.
—...buen tiempo en toda España para todo el fin de semana, que durará hasta...
Victoria levantó la mirada del libro que estaba leyendo, extrañada, y miró la pantalla del televisor. El mapa de España mostraba un enorme sol sobre la comunidad de Madrid. Perpleja, pero sin moverse del sillón, echó un vistazo a través de la ventana, hacia los negros nubarrones que cubrían su casa, hacia la pesada lluvia que no había dejado de caer en toda la mañana.
—¿Qué les pasa a los del tiempo? -dijo-. ¿No tienen ojos en la cara, o qué?
Allegra no contestó. Estaba de pie junto a la ventana, contemplando la lluvia, con expresión profundamente preocupada. Victoria se dio cuenta entonces de que estaban ellas dos solas en casa... y habían estado solas toda la mañana.
—Abuela, ¿dónde están Nati y Héctor?
—Les he dicho que se fueran, hija.
Victoria iba a preguntar algo más cuando, de pronto, algo atravesó su alma y su mente como una daga de hielo. Se quedó sin aliento y trató de respirar. El libro cayó al suelo.
Allegra se volvió hacia ella como movida por un resorte.
—¿Victoria?
Victoria jadeó, con los ojos muy abiertos. Las manos le temblaban con violencia cuando se las llevó a la cabeza, se echó hacia atrás y lanzó un gemido de dolor.
Su abuela llegó corriendo junto a ella y la abrazó con fuerza.
—¿Qué es, niña? ¿Qué tienes? -preguntó con ansiedad, sacudiéndola por los hombros.
Victoria movió la cabeza, desesperada. No era un dolor físico, era mucho más sutil, pero, aun así, resultaba espantoso. Sentía algo parecido a una agónica llamada en algún rincón de su mente, sabía que alguien que le importaba muchísimo estaba sufriendo lo indecible, y aquella certeza era insoportable, como si una garra de hielo le oprimiese las entrañas, como si el alma le pesase como un bloque de plomo.
—Christian -musitó, desolada; Shiskatchegg le oprimía en el dedo, intentando decirle algo pero, aunque no lo hubiera hecho, sabía, de alguna manera, que era él-. Oh, no, Christian.
—¿Qué le pasa, Victoria? ¿Qué ves?
La muchacha se volvió hacia su abuela, con semblante inexpresivo. Estaba demasiado trastornada como para darse cuenta de que ella no parecía extrañada por su conducta ni por sus palabras, sino que la miraba muy seria, con un brillo de profunda inquietud en sus ojos pardos.
—Lo está pasando mal y... oh, no... -se sujetó la cabeza con las manos y gimió cuando percibió que, en un mundo distante, Christian sufría de nuevo su tormento.
No pudo más. Se levantó, con lágrimas en los ojos, pero su abuela la retuvo por el brazo.
—¡Tengo que ir a rescatarlo!
—No vas a ir a ninguna parte, Victoria.
—¡No lo entiendes! -chilló ella, revolviéndose con furia-. ¡Me necesita!
—Está muy lejos de ti, no podrás alcanzarlo, ¿no te das cuenta?
—¡¡No!! -gritó Victoria, desesperada.
—No vas a salir de aquí, Victoria. Es peligroso. Si están torturando a Christian, es que ellos ya saben quién eres. Pronto vendrán por ti.
Victoria se volvió hacia su abuela. En otras circunstancias se habría dado cuenta de lo que implicaban aquellas palabras, pero estaba demasiado furiosa y desesperada como para atender a razones.
—¡No me importa! -chilló-. ¡SUÉLTAME!
Hubo un destello de luz y algo brilló en la frente de Victoria como una estrella, algo que cegó a Allegra por un instante y la hizo soltar el brazo de la chica.
Victoria no fue consciente de ello. Libre ya para marcharse, dio media vuelta y subió corriendo las escaleras. Su abuela corrió tras ella, pero, cuando llegó a su habitación, se encontró con la puerta cerrada, y tardó unos segundos preciosos en abrirla. Para cuando logró entrar en la estancia, esta estaba vacía: Victoria se había marchado.
Allegra respiró hondo. Sabía perfectamente a dónde había ido Victoria. Hacía mucho que estaba al tanto de sus escapadas nocturnas, y sabía que ella estaría a salvo en el lugar al que se había marchado. Pero la misión de Allegra consistía en crear otro espacio seguro para la muchacha, y hasta aquel momento lo había conseguido...
Hasta aquel momento. Porque sabía que algo invisible llevaba ya tiempo acechando la casa, que no tardaría en atacar... y ella debía estar preparada para cuando eso sucediera.
Sus ojos relucieron, coléricos, y por un momento aparecieron completamente negros, dos inmensas pupilas como pozos sin fondo; sin embargo, pronto adquirieron su aspecto habitual, ojos pardos, severos pero sabios. Sobreponiéndose al acceso de ira, Allegra d'Ascoli salió de la habitación y se dispuso a organizar las defensas mágicas de la mansión.
—Gerde -dijo entonces Ashran con interés.
En medio de su tormento, Christian consiguió abrir los ojos. Vio al hada allí, en la puerta, contemplando la escena con una mezcla de curiosidad, miedo y fascinación. El Nigromante se acercó a ella, la cogió del brazo y la obligó a acercarse y a mirar al shek, indefenso, a sus pies.
—¿Ves lo que tengo que hacerle a mi hijo, Gerde, por no serme leal? -le susurró al oído-. ¿Qué crees que te haría a ti si me fallases?
Gerde temblaba con violencia, pero no fue capaz de hablar.
—¿Por qué no me has traído el cadáver de la muchacha? -preguntó Ashran.
—Está... protegida por una magia antigua y poderosa, mi señor. Una magia que, no obstante, conozco muy bien, porque es semejante a la mía.
Los ojos de Ashran centellearon un breve instante.
—Mira, Gerde -dijo, señalando a Ghristian-: Este es mi hijo, Kirtash, tu señor, príncipe de nuestro imperio. Mira en qué lo ha convertido esa criatura que se hace llamar Victoria. Míralo, débil, indefenso, humillado a mis pies. ¿Todavía te interesa? ¿Todavía lo encuentras atractivo?
—Sigue siendo mi príncipe, mi señor -musitó ella, desviando la mirada.
—Y volverá a ser el príncipe orgulloso e invencible que todos recordamos. Entonces será tuyo. A cambio, solo quiero que me traigas a esa muchacha... muerta -cogió al hada por los hombros y la obligó a mirarlo a los ojos; Gerde no pudo sostener aquella mirada, y bajó la cabeza, intimidada-. No me importa cuántos hechizos la protejan. Estás aquí porque eres una maga poderosa. Demuéstrame que no me has hecho perder el tiempo, Gerde. Demuéstrame que puedes serme útil. Y, cuando Victoria esté muerta, Kirtash será tuyo.
Gerde inclinó la cabeza.
—Se hará como deseas, mi señor -respondió, con una ambigua sonrisa.
Ashran le indicó que podía retirarse, y el hada se alejó hacia la puerta. Se quedó allí un momento, sin embargo, para ver qué sucedía a continuación.
Ashran se había vuelto de nuevo hacia Christian, que trataba de ponerse en pie.
—Dime quién eres.
El muchacho consiguió levantar la cabeza, y miró a su padre por debajo de los mechones de cabello castaño, húmedos de sudor, que le caían sobre los ojos.
—Me llamo... Christian -repitió, con un tremendo esfuerzo.
Ashran cerró el puño. El dolor volvió, intenso, lacerante. Christian no pudo soportarlo más: echó la cabeza atrás y gritó, torturado por aquella magia oscura y retorcida que lo estaba destrozando por dentro. En esta ocasión, el tormento duró mucho más.
Gerde sonrió, complacida, y salió en silencio de la sala, para cumplir la misión que le habían encomendado.
Victoria cruzó el pasillo de Limbhad como una bala y tropezó con Alexander.
—¿Qué...? -pudo decir el joven, perplejo-. Victoria, ¿qué te pasa?
—... Christian... báculo... -pudo decir ella.
Y echó a correr sin más explicaciones. Alexander no entendía nada, pero intuyó que era algo grave, y salió corriendo tras ella.
—¡Victoria! -la llamó.
Se encontró con Jack en el pasillo.
—¿Qué pasa, Alexander?
—No lo sé. Victoria se ha vuelto loca. Creo que ha ido abajo, a por el Báculo de Ayshel.
Jack lo miró, alarmado.
—Tenemos que detenerla -dijo-. No sé qué le pasa, pero no debe ir a ninguna parte, ¿me oyes? Hay alguien que intenta matarla.
—¿Qué? ¿A qué te refieres?
—Te lo contaré más tarde. ¡Vamos!
Alcanzaron a Victoria en la sala de armas. La muchacha ya había cogido el báculo e iba a salir corriendo, Jack trató de retenerla, pero no lo consiguió. La chica lo miró un momento, con una profunda desesperación pintada en sus ojos. Se entendieron sin palabras.
Victoria dio media vuelta y salió corriendo pasillo abajo.
—¡Victoria! -la llamó Alexander, dispuesto a salir tras ella.
—Espera -lo detuvo Jack-. No vas a poder pararía.
—¿La vas a dejar marchar así? -preguntó Alexander, estupefacto.
Jack negó con la cabeza.
—No, amigo. Coge a Sumlaris: vaya donde vaya, nosotros nos vamos con ella.
Victoria cayó de rodillas ante la esfera del Alma, sollozando. Christian seguía sufriendo, ella lo sabía con espantosa certeza, y no podía hacer nada para ayudarlo. Estaba en un mundo al que el Alma no podía llegar.
—Por favor... por favor... -musitó-. Por favor...
Pero no había manera. La Puerta interdimensional estaba cerrada. La había cerrado el Nigromante poco después de que Alsan y Shail la cruzaran, tiempo atrás, en su viaje a la Tierra, y ahora estaba controlada por él y los sheks, y pocas personas podían atravesarla a su antojo.
Una de estas personas era, precisamente, Christian.
Victoria se llevó a los labios el Ojo de la Serpiente, que palpitaba en un tono rojizo, y sintió como si cada pulsación de la joya fuera un grito de auxilio al que ella no podía responder.
-—Aguanta, Christian, por favor, aguanta -susurró al anillo-. Iré a buscarte, te sacaré de allí, en cuanto sepa cómo llegar hasta ti.
—Está en ídhún, ¿verdad? -dijo una voz tras ella.
Victoria se volvió. Vio en la puerta a Jack y Alexander. Este se había ceñido Sumlaris al cinto, mientras que Jack se había ajustado a la espalda una vaina que contenía su preciada Domivat. Ella comprendió sus intenciones y les dirigió una mirada de agradecimiento.
—Sí -musitó-. El Alma no puede mostrarme su imagen, pero...
—Lo han descubierto, ¿no es así?
Victoria asintió, con los ojos llenos de lágrimas.
—Jack, le están haciendo algo, no sé qué es... Lo están... torturando...
—¿De quién estáis hablando? -intervino Alexander, ceñudo.
—De Kirtash -murmuró Jack-. Ha arriesgado su vida para proteger a Victoria, vino a advertirla de que el Nigromante había enviado a un asesino a buscarla... y ahora paga las consecuencias de su traición.
—¡Qué! -exclamó Alexander.
Jack había cruzado la habitación en dos zancadas para ir a abrazar a Victoria.
—Él lo sabía, Jack -sollozó ella-. Sabía que acabarían descubriéndolo, y, sin embargo... se arriesgó por mí.
—Sí -reconoció Jack, a su pesar-. No hay duda de que el muy canalla es valiente.
—Mi abuela tenía razón, es inútil, no voy a poder llegar hasta él... -se calló de pronto y miró a Jack, con los ojos muy abiertos.
—¿Tu abuela? -repitió Jack, desconcertado.
—¡Es verdad! -exclamó Victoria, recordando su conversación con Allegra e intuyendo muchas cosas-. ¡Tenemos que volver a casa!
—Dime quién eres -dijo el Nigromante, por tercera vez.
Christian se dejó caer al suelo, exhausto. Respiraba con dificultad y temblaba como un niño bajo el poder del Nigromante. Sería tan fácil... ceder... y dejar de sufrir...
Acarició por un momento la idea de dejarse llevar, y volver a ser una criatura poderosa, ajena a las emociones y a las dudas, Ubre de las debilidades humanas, un ser casi invencible.
Pero pensó en Victoria. Y apretó los dientes.
—¡Mi nombre es... Christian! -exclamó, y aquella palabra sonó como un grito de libertad y le hizo sentirse mucho mejor.
Pero no duró mucho. Ashran cerró el puño con más fuerza. El dolor se hizo más intenso. Espantosamente intenso. Insoportable. Y Christian sabía que se alargaría mucho, mucho más.
Pronto, los gritos del joven shek se oyeron por toda la torre de Drackwen.
Encontraron a Allegra de pie junto a la ventana, contemplando la lluvia. Victoria se sintió inquieta por un momento. ¿Y si no había oído bien? ¿Y si todo habían sido imaginaciones suyas, y su abuela era exactamente lo que ella había creído siempre, es decir, una adinerada anciana italiana? Podría presentarle a Jack (y, de hecho, ella estaría encantada de conocerlo}, pero sería más difícil explicar la presencia de Aiexander. Nadie se sentía cómodo cerca de él.
—Abuela... -titubeó Victoria.
Allegra se volvió hacia ellos y les dirigió una larga mirada pensativa. No pareció sorprenderse al ver a los dos jóvenes que acompañaban a su nieta adoptiva.
—Bienvenidos a mi casa -dijo, en perfecto idhunaico-. Os estaba esperando. Príncipe Alsan -añadió, mirando a Aiexander-, te veo un poco cambiado. Tienes que contarme qué te ha sucedido desde la última vez que te vi.
Alexander se quedó de una pieza. Por la expresión de su rostro, no parecía que él la hubiese reconocido. Pero Allegra no había terminado de hablar.
—Y tú debes de ser Jack -dijo, volviéndose hacia él-. Victoria me ha hablado de ti.
Jack enrojeció un poco, sin saber qué decir. Victoria también se había quedado sin habla. Llevaba un rato sospechando que su abuela sabía más de lo que aparentaba, pero... ¿de qué conocía a Alexander?
—¿Qué...? -pudo decir, perpleja-, ¿Cómo sabes...?
Pero en aquel momento el dolor de Christian volvió a sacudir sus entrañas, y gimió, angustiada. Jack la sostuvo para que no cayera al suelo. Allegra los miró con un profundo brillo de comprensión en los ojos. Vio cómo Jack ayudaba a Victoria a sentarse en el sillón, percibió la inquietante mirada de Alexander clavada en ella. Nada de esto pareció extrañarla ni intranquilizarla lo más mínimo.
—Lo sé porque yo no soy terrestre, niña -dijo con gravedad-. Soy idhunita, y llegué a este mundo hace varios años, huyendo del imperio de Ashran y los sheks.
—¡Qué! -exclamó Victoria-. ¿Eres... una hechicera idhunita exiliada? ¿Entonces sabías...?
Allegra la miró y sonrió con cariño. Se sentó junto a ella en el sofá. Victoria la miró con cautela. Se sentía muy confusa, como si estuviera viviendo un extraño sueño. Había pasado tres años esforzándose por ocultarle a su abuela todo lo referente a su doble vida, la que tenía que ver con Idhún, Limbhad y la Resistencia. Resultaba demasiado extraño pensar que ella pertenecía también a ese mundo. Sintió que se mareaba.
—Sabía quién eras desde el principio, Victoria -dijo Allegra-. Desde que empezaron a manifestarse tus poderes en el orfanato. Y por eso te adopté. Para cuidarte y protegerte hasta que pudiéramos regresar juntas a Idhún.
Victoria sintió que le faltaba el aire. —No, no es verdad. No... tú no puedes ser idhunita. Es... demasiado extraño.
Allegra sonrió.
—Mírame -dijo.
La chica obedeció. Y entonces, algo en su abuela se transformó, y Victoria vio su verdadero rostro, un rostro etéreo, hermoso, enmarcado por una melena plateada, y sobre todo viejo, muy viejo, aunque no hubiera arrugas en él. Pero eran los enormes ojos negros de Allegra, todo pupila, como los de Gerde, los que habían contemplado durante siglos el mundo de Idhún bajo la luz de los tres soles, los que hablaban de secretos y profundos misterios, los que parecían conocer la respuesta a todas las preguntas, porque habían visto mucho más que cualquier mortal.
—Eres...
—En Idhún, a los de mi raza se nos llama feéricos. Soy un hada, Victoria.
Entonces, Alexander la reconoció:
—¡Aile! -exclamó, sorprendido.
Jack y Victoria los miraron a los dos, atónitos.
—¿Ya os conocíais? -preguntó Jack.
—Nos conocimos en la Torre de Kazlunn -explicó ella, recuperando de nuevo su aspecto humano-. Yo pertenecía al grupo de hechiceros que enviaron al dragón y al unicornio a la Tierra. Después, ellos decidieron mandar a Alsan y a Shail a buscarlos, pero nosotros, los feéricos, intuíamos que era una tarea demasiado ingente para dos personas nada más, de manera que decidimos por nuestra cuenta... que yo viajaría también a la Tierra, para echar una mano.
—Entonces, ¿por qué no te pusiste en contacto con nosotros? -preguntó Alexander, frunciendo el ceño.
—Porque Shail y tú llegasteis a la Tierra diez años después que yo, muchacho. Llegué a creer que os habíais perdido por el camino.
—¿Diez años!? -exclamó Alexander-. ¡Eso es imposible! Eso querría decir que...
—Hace quince años que los sheks gobiernan sobre Idhún, príncipe Alsan. Y no hace ni cinco años que vosotros llegasteis a la Tierra y formasteis la Resistencia. De hecho... llegasteis a la vez que Kirtash...
—... que tenía solo dos años el día de la conjunción astral que mató a dragones y unicornios -recordó Jack, de pronto-. Hace... quince años... Pero esto... esto es una locura.
—Por alguna razón que desconozco, hubo un desajuste temporal en vuestro viaje. Y ese tiempo no ha pasado por vosotros. Alsan, tú tendrías dieciocho años cuando te vi por primera vez en la torre, y... ¿cuántos tienes ahora? ¿Veintidós, veintitrés? Deberías tener más de treinta.
—No es... posible -murmuró Alexander, atónito.
—¿Pero por qué no me dijiste nada? -estalló Victoria-. Si lo sabías todo, ¿por qué me lo ocultaste?
Allegra suspiró.
—Porque quería que vivieses una vida normal, como cualquier niña normal. Luego llegó Kirtash, y antes de que me diera cuenta ya te escapabas todas las noches a un lugar donde yo no podía encontrarte. Yo había oído hablar de la Resistencia y también conocía las leyendas sobre Limbhad: no tuve más que atar cabos. Me di cuenta de que ya conocías gran parte de la información que yo había tratado de ocultarte. Pero también advertí que regresabas todas ¡as mañanas para ir al colegio, para estar aquí, conmigo, para llevar una vida normal. Y eso es lo que he intentado darte, Victoria, porque era lo que necesitabas de mí. Hasta que llegara el momento...
—¿El momento? -repitió Victoria, mareada.
—El momento en que todo será revelado -respondió Allegra, levantándose, con decisión-. Y ese momento está cerca. Ya no queda mucho tiempo, así que más vale que dejemos las explicaciones para más tarde.
—¿Por qué? -quiso saber Alexander, irguiéndose-, ¿Qué es lo que va a pasar?
—Nuestros enemigos están preparando una ofensiva a la casa -explicó Allegra-. He creado una protección mágica alrededor, una burbuja que nos separa del resto del mundo y que, por el momento, nos mantiene a salvo. Pero ellos no tardarán en traspasarla, y debemos estar preparados -miró a Jack y Alexander-. Hemos de defender esta casa. Si nos obligan a retroceder hasta Limbhad, ya no quedará un solo sitio seguro en la Tierra para Victoria.
Victoria abrió la boca para preguntar algo... muchas cosas, en realidad; pero no podía seguir ignorando el tormento de Christian, no podía seguir hablando cuando él estaba sufriendo.
—No me importa la casa -dijo, levantándose-. Tenemos que volver a Idhún ahora. Están torturando a Christian y, si no hacemos algo pronto, lo matarán...
—Christian es Kirtash -explicó Jack, algo incómodo.
—Lo había supuesto -asintió Aliegra-. Lo he visto rondar por aquí más de una vez.
—¿Cómo? -rugió Alexander; sus ojos se encendieron con un fuego salvaje-. ¿Lo sabías? ¿Y has permitido que se acercase a ella? ¿Qué clase de protectora eres tú?
Aliegra sostuvo su mirada sin pestañear.
—Kirtash es un aliado poderoso, Alsan. Y ha decidido proteger a Victoria. No soy tan estúpida como para rechazar una ayuda tan providencial como esa. Te recuerdo que no andamos sobrados de recursos.
—¡Pero es un shek, por todos los dioses! ¡No pienso...!
—¡Dejad de discutir! -gritó Victoria, desesperada-. ¡Mientras nosotros estamos aquí hablando, Christian se está muriendo! ¡No me importa lo que penséis al respecto, yo voy a...!
No pudo terminar la frase, porque de pronto algo parecido a un poderoso trueno pareció desgarrar los cielos. Allegra alzó la cabeza, inquieta.
—Ya está -dijo-. Han pasado.
Corrió hasta la ventana y se asomó al exterior, preocupada. Alexander no entendía lo que estaba sucediendo, pero siempre había reaccionado con sensatez en momentos de crisis, y se acercó a ella.
—¿Cuál es la situación? -preguntó con frialdad.
—Juzga por ti mismo -respondió Aliegra, sacudiendo la cabeza.
Alexander se asomó al exterior. Y no le gustó nada lo que vio.
La casa estaba rodeaba por docenas de extrañas criaturas que avanzaban hacia ellos bajo la lluvia torrencial. Eran seres andrajosos, de piel pardusca, dientes y garras afilados y ojillos que relucían como ascuas.
—Trasgos -murmuró Alexander, con un escalofrío.
Allegra asintió.
—No me enorgullece decir que son parte de la gran familia de los feéricos -murmuró-. La magia que poseen es limitada, pero son temibles cuando atacan en grandes grupos, porque eso los hace más fuertes. Normalmente las hadas y los silfos mayores podemos controlarlos, pero estos sirven ahora a una hechicera poderosa, y no tengo dominio sobre ellos.
—¿Una hechicera poderosa? -repitió Alexander en voz baja.
Allegra señaló una figura que se erguía más allá, en el jardín, detrás del círculo de trasgos. La lluvia calaba sus finas ropas, que se pegaban a su cuerpo, revelando las formas de su esbelta figura. Su cabello aceitunado caía por su espalda como un pesado manto, chorreando agua. Pero a ella no parecía importarle. Había alzado las manos hacia la casa, y su rostro mostraba una mueca de sombría determinación. Alexander casi pudo sentir la intensa irritación que mostraban sus enormes pupilas negras.
—Gerde -murmuró Allegra-. Una traidora a nuestra raza. Una de las más poderosas magas feéricas, que ha abandonado la resistencia contra Ashran y se ha unido a él.
En aquel momento, el trasgo más adelantado llegó a menos de tres metros de la puerta trasera de la mansión; se oyó entonces algo parecido a un estallido, y la criatura lanzó un alarido de dolor y retrocedió, chamuscada.
—Las defensas de la casa todavía funcionan -murmuró Allegra-, pero no sé por cuánto tiempo.
No había acabado de decirlo cuando se oyó la voz de Gerde, un grito agudo y autoritario, y todos los trasgos atacaron a la vez. Docenas de espirales de energía brotaron de sus dedos ganchudos y se unieron en un rizo todavía mayor, resplandeciente.
Alexander reaccionó deprisa, agarró a Allegra del brazo y la apartó de la ventana. Algo chocó contra la mansión con increíble violencia y la sacudió hasta los cimientos. Las paredes temblaron. Pero la casa resistió.
Jack, que se había quedado en el sofá, abrazando a Victoria, alzó la cabeza, preocupado.
—¿Qué está pasando?
—Nos atacan, chico -dijo Alexander, muy serio, desenvainando a Sumlaris-. Saca tu espada y vamos a destrozar a unos cuantos bichos verdes.
Jack asintió y se levantó, ayudando a Victoria a incorporarse.
—Victoria -le dijo-, ¿estás bien? Gerde está aquí. Tenemos que defender la casa.
Victoria alzó la cabeza y se aferró a la mirada de los ojos verdes de Jack como a una tabla salvadora. Sobreponiéndose, trató de olvidarse del sufrimiento de Christian y asintió.
—Vamos a salir fuera -decidió Alexander-. Lucharemos mejor al aire libre y defenderemos las puertas.
—¡Vale! -aceptó Jack, decidido, y corrió hacia la puerta del jardín.
—Yo cubriré la entrada principal -le dijo Alexander a Allegra-. ¿Qué vas a hacer tú?
—Seguiré sosteniendo la magia de la mansión desde dentro -respondió ella-. Pero, si la barrera cayese, saldría a luchar con vosotros.
Alexander asintió y, sin una palabra más, corrió hacia la puerta principal.
Victoria fue a seguirlo, pero vaciló un momento y se acercó a Allegra. Las dos se miraron un momento. La muchacha observaba a la hechicera como si la viera por vez primera.
—Pase lo que pase -dijo entonces-, tú siempre serás mi abuela.
Y, antes de que Allegra pudiera contestar, Victoria la abrazó con fuerza.
—Siento haberte ocultado todo esto... -murmuró el hada-. Pero era necesario...
—Lo sé, abuela -la tranquilizó Victoria; hizo un nuevo gesto de dolor cuando, en lo más profundo de su ser, Christian gritó otra vez, en plena agonía-. Christian... -musitó, desolada.
—Lo sé, Victoria -susurró Allegra.
Victoria abrió la boca para decir algo, pero oyó que Jack la llamaba desde el jardín. Titubeó un momento.
—Ve con él -la animó Allegra-. También te necesita. Tal vez no puedas ayudar a Christian ahora... pero sí puedes echarle una mano a Jack.
Victoria asintió, con una sonrisa, y salió corriendo en pos de su amigo.
En aquel momento, un nuevo ataque convulsionó los cimientos de la mansión, y Allegra frunció el ceño, irritada.
—Oh, no, Gerde -murmuró-. No entrarás en mi casa. Ni lo sueñes.
—Tu nombre, hijo -insistió Ashran, irritado.
—Chris... tian -jadeó el muchacho.
El sufrimiento volvió. Christian apenas tenía ya fuerzas para gritar, y su cuerpo, roto de dolor, destrozado por dentro, se retorció sobre las baldosas de piedra.
—Eres obstinado, muchacho -dijo el Nigromante-. Pero doblegaré tu voluntad, no me cabe duda.
Hubo una nueva descarga de dolor, más violenta y salvaje que las anteriores, y Christian dejó escapar un alarido.
Pero no cedió. Una parte de su ser estaba con Victoria y, aunque ella se hallara lejos, en un universo remoto, sentía su calor, su luz, que lo guiaba como una estrella en la más oscura de las noches, y sabía que no estaba solo. Y eso le daba fuerzas. Logró incorporarse un momento para mirar a Ashran a los ojos, respirando con dificultad. El Nigromante aguardó a que hablara.
Christian sabía que sería castigado por su osadía, pero alzó la cabeza para decir, con sus últimas fuerzas, pero con orgullo y coraje:
—Me llamo... Christian.
Ashran entornó los ojos.
—Como quieras, hijo. Tendrá que ser por las malas.
No tardó en escucharse un nuevo alarido de agonía que sacudió la Torre de Drackwen hasta sus cimientos.
En el jardín, Jack y Victoria peleaban bajo una lluvia torrencial. La espada de Jack ardía como el corazón del sol, y ni siquiera la lluvia lograba apagar su llama. Había visto a Gerde un poco más allá e intentaba avanzar hacia ella, pero la horda de trasgos parecía dispuesta a defender a su señora con la vida; el muchacho tenía que detenerse constantemente a pelear contra aquellas desagradables criaturas, que lo atacaban con hondas, puñales, picos, espadas cortas y, por supuesto, con su magia que, aunque tosca, era agresiva y resultaba efectiva.
Victoria, en cambio, tenía muchos problemas. Su corazón seguía sangrando y se veía incapaz de concentrarse en la pelea. El sufrimiento de Christian era cada vez más intenso, y casi le parecía escuchar en su alma sus gritos de dolor. Veía a los trasgos a través de un velo de lágrimas, y todo aquello le parecía demasiado fantástico, demasiado irreal, como si se tratase de un sueño. Lo único que le parecía auténtico y verdadero era el tormento de Christian, que, en alguna lejana estrella, estaba pagando muy caro su amor por ella.
Entonces, algo la golpeó por la espalda y la hizo caer sobre el suelo embarrado. Jadeó de dolor y trató de recuperar el báculo, que había caído un poco más lejos. Algo la levantó con brusquedad y casi le cortó la respiración.
Alzó la cabeza y vio los ojos negros de Gerde fijos en ella.
—¿Y eres tú la criatura por la que Kirtash se ha tomado tantas molestias? -dijo el hada, con voz cantarina, pero con un leve tono irritado-. Vaya cosa. Y pensar que nos ha traicionado por ti... que ni siquiera sabes quién eres.
La arrojó al suelo, y Victoria cayó de nuevo de bruces sobre el barro.
—Christian -dijo el hada, con una risita burlona y cruel-. No tardarás en morir, Victoria, y tu Christian morirá contigo. No mereces a alguien como él.
—No -jadeó Victoria.
Logró incorporarse lo bastante como para alzar la cabeza hacia ella, y descubrió el brillo de la muerte en sus ojos, totalmente negros, y llenos de rabia, rencor... y celos.
Gerde alzó la mano. Entre sus dedos apareció una llama de fuego azul, que chisporroteó bajo la lluvia mientras se hacía más y más grande.
—Demasiado fácil -comentó el hada con desdén.
Y lanzó la bola de energía contra Victoria.
Ella cerró los ojos, deseando haber podido hacer algo por Christian, deseando haber podido decirle a Jack que...
Se oyó algo parecido al chasquido de una enorme hoguera, y Victoria sintió una presencia ante ella. Abrió los ojos.
Y vio a Jack, plantado entre Gerde y ella, sosteniendo a Domivat en alto, orgulloso y fiero, seguro de sí mismo y, sobre todo, muy enfadado.
—No te atrevas a tocarla -le advirtió el muchacho, muy serio.
Gerde había tenido que saltar a un lado para esquivar la magia que había lanzado contra Victoria, y que la espada de Jack había hecho rebotar contra ella. Lo miró un momento, desconcertada, pero Jack no esperó a que ella se recuperara de la sorpresa. Lanzó una estocada directa al corazón del hada.
Ella reaccionó deprisa. Alzó las manos con las palmas abiertas, generó algo parecido a un destello de luz, y la espada de Jack chocó contra un escudo invisible. Saltaron chispas.
Los dos se miraron un momento, Jack captó, de pronto, el halo sensual que rodeaba a Gerde, y se quedó contemplándola, fascinado. El hada era ligera y delicada como una flor, pero su rostro, de rasgos extraños y sugestivos, lo atraía con la fuerza de un poderoso imán; los labios de ella se curvaron en una sonrisa cautivadora, y Jack deseó besarlos, sin saber por qué.
La sonrisa de Gerde se hizo más amplia.
—Acércate... -canturreó, y su voz sonó tan seductora como el canto de una sirena.
Jack bajó la espada y dio un par de pasos hacia ella, embelesado. Pero entonces, la miró a los ojos, y se vio reflejado en ellos, dos enormes pozos negros Henos de secretos y misterios. Y se dio cuenta de que no había luz en aquellos ojos, y echó de menos la clara mirada de Victoria.
Y despertó del hechizo, justo a tiempo de ver a Gerde entrelazando las manos en un gesto extraño. Jack lanzó un grito de advertencia, retrocedió y asestó un golpe en el aire con su espada; sintió que algo muy tenue se rompía, y supo que acababa de desbaratar el hechizo que Gerde había intentado arrojar sobre él. El hada lanzó un grito de rabia y frustración y lo miró con odio, y Jack se dio cuenta de que su rostro ya no le parecía tan hermoso. Blandió a Domivat y se lanzó contra ella.
En aquel momento, Victoria gritó, arrodillada sobre el barro, bajo la lluvia inmisericorde. El dolor de Christian era cada vez más intenso, y la muchacha sabía que él no aguantaría mucho más. La sola posibilidad de que Christian pudiera morir por su culpa le resultaba insoportable.
Y, en su dedo, Shiskatchegg seguía transmitiéndole las emociones de Christian, y Victoria no pudo aguantar más. Echó la cabeza atrás y volvió a gritar por Christian, por no poder hacer nada por él y tener que verse obligada a saber lo mucho que estaba sufriendo.
Jack se volvió hacia ella, desconcertado, y eso casi le costó la vida. Gerde lanzó un ataque mágico contra él, y aquella energía le dio de lleno en el hombro, lanzándolo violentamente hacia atrás.
—¡Jack! -gritó Victoria.
Se incorporó a duras penas. Vio que Jack se levantaba, tambaleándose; vio que miraba a Gerde con un brillo de determinación en los ojos, y supo que debía ayudarle. Intentó correr hacia él, pero el anillo volvió a decirle, una vez más, lo mucho que estaba sufriendo Christian, y Victoria tropezó con sus propios pies y cayó al suelo. Sintió que la invadía la ira y la impotencia. Alzó la cabeza para mirar a Jack, lo vio lanzar estocadas contra la hechicera, ignorando su hombro herido, y supo que tenía que hacer algo. No serviría de nada que se quedase ahí, sufriendo por Christian, sin poder hacer nada por él. Se levantó de nuevo.
Otra vez, el dolor de Christian la sacudió como una descarga, y en esta ocasión fue mucho más intenso. Victoria gritó y, sin poder soportarlo más, se arrancó el anillo del dedo.
Y entonces, silencio.
Shiskatchegg titiló un momento, y su luz se apagó.
Muy lejos de allí, en la Torre de Drackwen, Christian gritó de nuevo. Buscó la luz en la oscuridad, pero en esta ocasión, no la encontró. Y se sintió de pronto muy solo y vacío, y un soplo helado le apagó el corazón.
«¿Victoria?», la llamó, vacilante. Pero ella no contestó.
Podía estar muerta, o tal vez lo había abandonado a su suerte. Cualquiera de las dos posibilidades resultaba angustiosa.
«Victoria...», repitió Christian.
Pero, de nuevo, solo se escuchó el silencio. Y Christian se vio solo, solo entre tinieblas, demasiado débil para resistir aquel manto de hielo que poco a poco se iba apoderando de su alma.
Victoria notó como si la hubieran liberado de una pesada carga. Sabía que Christian seguía sufriendo, pero ya no lo sentía de la misma manera que antes.
Miró a su alrededor; vio que todo el jardín estaba sembrado de cadáveres de trasgos, y que apenas quedaban unos cuantos en pie, y contempló a Jack con un nuevo respeto. Con todo, el chico empezaba a estar cansado, y Gerde era una enemiga peligrosa.
Victoria recogió su báculo y acudió en ayuda de su amigo.
Tres trasgos le salieron al encuentro, pero Victoria, furiosa, volteó el báculo y los hizo estallar a todos en llamas.
Jack la vio y sonrió. Y ya no le hizo falta la ayuda de nadie. Seguro de que Victoria sabría cuidarse sola, lanzó un nuevo golpe hacia Gerde, liberando gran parte de su energía oculta a través de la espada. La hechicera intentó defenderse, pero Domivat resquebrajó su defensa mágica, al igual que, días atrás, había quebrado a Haiass.
Hubo una llamarada y un grito y, cuando Victoria pudo volver a mirar, vio a Gerde en el suelo, contemplando, temerosa, a Jack, que se alzaba ante ella, temblando de cólera, con la espada todavía irradiando energía ígnea y un extraño fuego iluminando sus ojos verdes.
Victoria se reunió con él; algo en su frente centelleaba como una estrella, y su aura parecía proyectar una energía pura y antigua, una magia que estaba más allá de la comprensión humana. Gerde los miró y los vio diferentes, más poderosos, seres formidables contra los que no podía luchar. Sacudió la cabeza y lanzó un amargo grito de rabia.
Y su cuerpo generó una luz tan intensa que Jack y Victoria tuvieron que cerrar los ojos y, cuando los abrieron, el hada ya no estaba allí.
Jack y Victoria se miraron. Quedaron atrapados en los ojos del otro durante un segundo en el que el tiempo pareció detenerse; y después, heridos y agotados, pero satisfechos, se abrazaron con fuerza.
Habían vencido.
Ashran rió suavemente. A sus pies, el muchacho seguía temblando, encogido sobre sí mismo. Parecía que nada había cambiado y, sin embargo, el Nigromante intuía que sus esfuerzos por fin empezaban a dar fruto.
-—Dime quién eres -exigió, por enésima vez.
El joven se levantó, vacilante. Logró ponerse de pie.
Sacudió la cabeza para apartar el pelo de la frente y clavó en el Nigromante una mirada tan fría como la escarcha.
—Soy Kirtash, mi señor -dijo, con una voz demasiado indiferente para ser humana.
Ashran asintió, complacido. Se volvió un momento hacia la puerta, donde aguardaba, en un silencio respetuoso, un szish, uno de los hombres-serpiente de su guardia personal, y le hizo una seña. La criatura avanzó hacia él y le tendió el bulto estrecho y alargado que portaba entre las manos. Ashran lo cogió y se lo entregó a Kirtash, que lo tomó con sumo cuidado y lo desenfundó. El suave brillo glacial de Haiass iluminó su rostro, y el joven sonrió, satisfecho. La espada volvía a estar entera.
—Bienvenido a casa, hijo -dijo Ashran, sonriendo también.
Victoria cayó de rodillas sobre el barro. Había dejado de llover, y unos tímidos rayos de sol empezaban a iluminar el jardín.
—Por favor... -suplicó la muchacha, con los ojos llenos de lágrimas-. Por favor, dime que estás ahí. Dime que existes todavía. Te lo ruego.
Pero Shiskatchegg, que adornaba de nuevo su dedo, permaneció mudo y frío. Victoria se encogió sobre sí misma y se llevó la piedra a los labios.
—Christian -susurró-. Christian, lo siento. Por favor, dime que no te has ido. Por favor... perdóname...
Se le quebró la voz y se echó a llorar, encogiéndose .sobre sí misma. La luz de Christian se había apagado, no sentía a nadie al otro lado. Y eso quería decir que, probablemente, el joven shek estaba muerto. Victoria gritó a los cielos el nombre de Christian, mientras Allegra y Ale-xander la observaban, sin saber qué hacer para consolarla.
Jack se acercó, se arrodilló junto a ella y la abrazó por detrás. Victoria siguió llorando la pérdida de Christian, mientras pronunciaba su nombre una y otra vez, y besaba el anillo, ahora muerto y frío; y Jack la abrazaba con fuerza, en silencio, meciéndola suavemente, tratando de calmar con su presencia aunque solo fuera una mínima parte de su dolor.
Victoria alzó la mirada hacia lo alto y aún susurró:
—Christian...
Pero en el fondo sabía que él ya no podía escucharla.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
like gambling? friendship las vegas? surveillance the all unexpected [url=http://www.casinolasvegass.com]casino[/url] las vegas at www.casinolasvegass.com with greater than 75 dignified preference on the organization [url=http://www.casinolasvegass.com]online casino[/url] games like slots, roulette, baccarat, craps and more and convey postponed existent notes with our $400 self-governed of theory bonus.
we up but safer games then the cast turned online [url=http://www.place-a-bet.net/]casino[/url] www.place-a-bet.net! few more free casino games and free [url=http://www.2010-world-cup.info]casino bonus[/url] you can find at the 2 new [url=http://www.buy-cheap-computers.info]casino[/url] guides : www.2010-world-cup.info and www.buy-cheap-computers.info .
blockbuster logo payroll software http://buysoftwareonline.co.uk/category-100-108/Office-Tools?page=1 oregon trail computer software [url=http://buysoftwareonline.co.uk/category-10/Internet?page=46]bradley corp software[/url] open source software adoption
[url=http://buysoftwareonline.co.uk/it/account/login]Accesso all'Account - Software Store[/url] whelen cencom software
[url=http://buysoftwareonline.co.uk/product-32104/FTP-Find-Files-On-Server-Software-7-0][img]http://buyoem.co.uk/image/1.gif[/img][/url]
gatework guest software http://buysoftwareonline.co.uk/fr/category-200-212/Multim-dia-et-Divertissement?page=5 what develops and builds computer software [url=http://buysoftwareonline.co.uk/es/product-37378/BeeThink-SpyDetector-2-0]snappy video capture software download[/url] summer courses in illustrator software uk
[url=http://buysoftwareonline.co.uk/es/category-200-213/Programas-de-m-sica]Programas de musica - Download OEM, Software Sale, OEM Software[/url] ten dollar software
[url=http://buysoftwareonline.co.uk/de/product-31545/GraphClick-3-0-MAC][img]http://buyoem.co.uk/image/4.gif[/img][/url]
[url=http://onlinemedistore.com/products/amoxil.htm][img]http://onlinemedistore.com/6.jpg[/img][/url]
ucla pharmacy http://onlinemedistore.com/products/levitra-professional.htm ridgeway pharmacy [url=http://onlinemedistore.com/categories/arthritis.htm]california state boards of pharmacy[/url]
birdsboro pharmacy http://onlinemedistore.com/products/allopurinol.htm online pharmacy uses chat room [url=http://onlinemedistore.com/products/rumalaya.htm]rumalaya[/url]
pharmacy technician programs http://onlinemedistore.com/categories/stop-smoking.htm pharmacy decorations [url=http://onlinemedistore.com/products/topamax.htm]pharmacy grand rounds topics 2008[/url]
virginia state board of pharmacy http://onlinemedistore.com/products/female-viagra.htm us pharmacy onlin [url=http://onlinemedistore.com/products/augmentin.htm]augmentin[/url]
Hey There. I founԁ your blog using msn. Тhiѕ is an extremely well wгitten article.
I'll be sure to bookmark it and come back to read more of your useful information. Thanks for the post. I'll certainlу сomеback.
Ηere is my web page: british dragon steroids
Also see my webpage - steroids in football
[url=http://certifiedpharmacy.co.uk/products/vermox.htm][img]http://onlinemedistore.com/10.jpg[/img][/url]
kunkel pharmacy http://certifiedpharmacy.co.uk/products/horny-goat-weed.htm id board of pharmacy [url=http://certifiedpharmacy.co.uk/products/copegus.htm]pharmacy chicago[/url]
my web pills online pharmacy http://certifiedpharmacy.co.uk/categories/anti-acidity.htm sc board of pharmacy [url=http://certifiedpharmacy.co.uk/products/levaquin.htm]levaquin[/url]
navy pharmacy scholarship http://certifiedpharmacy.co.uk/products/leukeran.htm pharmacy training program versus no training [url=http://certifiedpharmacy.co.uk/products/ampicillin.htm]tracy pullman professor pharmacy washington[/url]
louisiana law in pharmacy http://certifiedpharmacy.co.uk/products/astelin.htm pharmacy home businesses [url=http://certifiedpharmacy.co.uk/products/altace.htm]altace[/url]
Publicar un comentario